Paul Krugman
07/09/2018 - 3:29 pm
Kavanaugh matará la Constitución
Kavanaugh al menos tendrá una sesión, cosa que el proyecto de ley fiscal nunca tuvo, pero está abriéndose paso con movimientos rápidos y certeros, negándose a responder hasta las preguntas más directas, mostrando una evasión que no concuerda en absoluto con la probidad que solíamos esperar de los magistrados de la Suprema Corte.
A un nivel básico, el intento de meter a la fuerza a Brett Kavanaugh a la Suprema Corte se parece mucho a la forma en la que aprobaron los republicanos el recorte fiscal del año pasado. Una vez más, vemos un proceso apresurado y abiertamente partidista, en el que los líderes del Partido Republicano retienen la mayoría de la información que se supone debe ser parte de las deliberaciones en el Congreso. Nuevamente, es muy probable que el resultado dependa del tribalismo puro: salvo que algunos republicanos desarrollen la conciencia de manera muy tardía, votarán como lo marca el partido, con pleno conocimiento de que están renunciando a su deber constitucional de proveer asesoría y consentimiento.
Es cierto, Kavanaugh al menos tendrá una sesión, cosa que el proyecto de ley fiscal nunca tuvo, pero está abriéndose paso con movimientos rápidos y certeros, negándose a responder hasta las preguntas más directas, mostrando una evasión que no concuerda en absoluto con la probidad que solíamos esperar de los magistrados de la Suprema Corte.
No, la verdadera cuestión en la que esto se diferencia de la historia del proyecto de ley fiscal es que el año pasado estábamos hablando solo de un par de billones de dólares. Este año estamos hablando del futuro de la república. La confirmación de Kavanaugh nos encaminaría hacia varias crisis constitucionales.
Después de todo, de confirmarse el nombramiento de Kavanaugh, estaremos tratando de abrirnos paso en una era turbulenta en la política con una Suprema Corte en la que habrán logrado robarnos dos lugares. Primero, los republicanos se negaron siquiera a dar una audiencia al nombramiento del Presidente Barack Obama; luego, habrán llenado dos vacantes con candidatos seleccionados por un Presidente que perdió el voto popular y a duras penas se hizo de una victoria del Colegio Electoral solo con ayuda de una potencia extranjera hostil.
¿El magistrado Kavanaugh se conduciría con la cautela adecuada en una situación tan tensa? Bueno, los milagros de redención personal existen, pero es muy poco probable. Por el contrario, todo indica que, si logra ser magistrado, él y sus colegas en la Suprema Corte abusarán de su poder de todas las formas posibles.
Después de todo, ¿qué sabemos de Kavanaugh? Hay tanto que no sabemos, gracias a la forma sin precedentes en la que los republicanos y el Gobierno de Trump están obstruyendo el acceso a miles de páginas de su historial. Lo que hay en esos registros ocultos debe ser realmente dañino, dado lo que ya sabemos; un historial que, en tiempos normales, sería más que suficiente para descartarlo como posible miembro del máximo tribunal del país.
Recuerden, Kavanaugh se curtió trabajando para la investigación del fiscal independiente Kenneth Starr sobre Bill Clinton, que fue una auténtica cacería de brujas que consumió siete años y decenas de millones de dólares sin encontrar pruebas de delitos. Además, pasó años obsesionado investigando teorías conspiratorias sin sentido sobre el suicidio de Vince Foster.
Luego, estuvo trabajando un tiempo en la Casa Blanca de George W. Bush, en la cual la tortura se volvió una política rutinaria. En su audiencia de confirmación de 2006 para una magistratura en un tribunal de apelación declaró que no había intervenido en esas decisiones. ¿Estaba diciendo la verdad? La respuesta podría estar en esas miles de páginas de registros que el Gobierno de Trump se niega a dar a conocer.
Sin embargo, resulta extraño que haya surgido de esa experiencia siendo alguien que cree que los presidentes no pueden ser sujeto de investigaciones judiciales.
Mientras tanto, Kavanaugh acumuló un historial como juez de apelaciones, que además lo posiciona en la extrema derecha en todo, desde el medio ambiente, hasta los derechos laborales y la discriminación. Sus posturas en contra de los trabajadores son particularmente extremas, incluso para un conservador.
Así que, ¿quién es Brett Kavanaugh? Si parece un perro fiel de derecha y ladra como un perro fiel de derecha, lo más seguro es que lo sea. Lo cual nos lleva a las próximas crisis constitucionales.
La pregunta inmediata es cómo manejará la Corte la obstrucción de la justicia de Trump, que es probable que alcance niveles épicos muy pronto. Si creen que Kavanaugh no apoye por completo a Trump, permítanme mostrarles algunos suplementos alimenticios milagrosos que tal vez quieran comprarme.
Además de eso, ¿qué ocurrirá si luego tenemos un Congreso y un Presidente demócratas, que traten de hacer avanzar una agenda de centroizquierda? Con ello me refiero, por cierto, a cosas como la expansión de la cobertura de servicios médicos y el aumento de los impuestos a los ingresos elevados; cosas que no son radicales, y que de hecho cuentan con un amplio apoyo popular.
Existen todas las razones para creer que un tribunal en el que esté Kavanaugh echaría abajo todo lo que los funcionarios electos trataran de hacer. Dejando de lado los fundamentos políticos, esto destruiría la legitimidad de la Corte, dejando al descubierto con toda claridad su partidismo manifiesto —basado, de nuevo, en dos magistraturas robadas—, pero quizá ocurra de todos modos.
De hecho, la carnicería constitucional bien podría comenzar a la brevedad, el año próximo. Sabemos que si los republicanos se mantienen en las elecciones intermedias, se apresurarán a destruir Obamacare y dejarán sin seguro a millones. Sin embargo, incluso si pierden, ¿qué probabilidades hay de que si se confirma a Kavanaugh, la corte encuentre alguna excusa para declarar la Ley de Atención Médica Asequible inconstitucional? Seguramente son bastante altas.
Así que permítanme hacer un llamado de último minuto a los senadores republicanos a los que les importa el futuro de Estados Unidos, si es que todavía los hay: no hagan esto. Un voto por Kavanaugh será un voto para destruir la legitimidad de una de las últimas instituciones federales que quedan en pie en este país.
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